lunes, 1 de septiembre de 2014

Macaravita en letras: TEXTURA DE UN RECUERDO

Macaravita en letras: TEXTURA DE UN RECUERDO: TEXTURA DE UN RECUERDO Por: Alonso Quintín Gutiérrez Rivero Uno debería medir el interés de un trabajo  por el grado de ...

TEXTURA DE UN RECUERDO






TEXTURA DE UN RECUERDO

Por: Alonso Quintín Gutiérrez Rivero

Uno debería medir el interés de un trabajo  por el grado de asombro que produce.
Lewis Thomas


En el teatro de la vida los rostros convocan en cada escena, sus propias emociones. Así debe ser. Recuerdo el día cuando el profesor Víctor Toscano, director de núcleo educativo de García Rovira, me dijo que tenía la misión de visitar las escuelas de Macaravita. Ví en su rosto una sensación de alegría y al arquear las cejas, esa lejana perspectiva de un encuentro con su propia vida. Después, me llamó a formar parte de su tarea y claro, acepté. Fueron días de intensa comunicación, búsqueda de materiales, trasportes, diálogos con la rectora Especialista María de los Ángeles Vásquez Villamil y tanteos del viaje. Mi madre, al enterarse, alistó un pequeño maletín negro donde caben las llaves, el celular, algún pañuelo y todos sus sueños de devoción y amor por esa tierra de asombros. No olvidó nada: ni la novena al niño Dios, ni los retratos de los hijos, ni la encomienda al padre Eterno para que todo saliera bien. La noche del 10 de agosto, el profesor Víctor nos dijo que la salida sería a las 6:00 a.m. y que en su camioneta 4x4 todo iría bien. Lo ví seguro y complacido del viaje, como si cumpliera a cabalidad con su deber y en ese encuentro se jugara su destino de paisano y erudito. Como si dijera con Neruda “Junto a ti las lagunas me dieron el amor/ de la tarde con bestias y manglares/ los nidos como nudos en las ramas de donde/ el vuelo de las garzas eleva la espuma”. En el tono de su voz se adivinaba una gran fortaleza espiritual.


El lunes 11 de agosto, las manos del destino nos señalan la vía hacia Macaravita desde Capitanejo. La brisa cálida mecía las copas de los árboles y las buganvilias sonreían levemente entre sorprendidas   e indiferentes. 

El viaje bordeando el Chicamocha, se hizo grato. El abandono del estado se refleja en la vía carreteable. Pasar  de la Palmera donde  termina el pavimento es constatar el abandono, la desidia y el irrespeto a los más elementales derechos de los ciudadanos. Transitamos por senderos prehistóricos, entre cactus, espino’e cabros, y uñ’egatos, siempre bordeando el río cuya amenaza es tangible a trechos cuando la vía se aproxima peligrosamente a  sus orillas. 

Ese río de aguas contaminadas por la refinería de Belencito, recuerda a los chitareros pasando con pasmosa agilidad de una a la otra orilla colgados de clinejas, algo que Bartolomé Aguilar (el supuesto fundador de Capitanejo) Gerónimo de Aguago y su corte de 60 soldados,  nunca olvidarían, aquel año de 1541, cuando fueron recibidos como reyes o como dioses, algo que de algún modo perdura en las gentes cuando llegan los politiqueros.




En Las Juntas vimos las aguas del nevado abrazar ese almizcle de tierra y lodo. Vimos los resultados de las escaramuzas de los buldóceres, que con mil millones intentaron hacer vía entre Capitanejo y “El Totumo”, de lo cual poco se ve, pero al fin y al cabo “tenemos vía”, dicen los vecinos. En el Chapetón ya no hay retén militar. 


La soledad enseñorea el lugar. La quebrada San Mateo baja limpia y alegre entre piedras y areniscas, recordando tal vez la historia de Rafael Figueroa y su hijo Yebrail,  quienes debieron presenciar las demenciales contiendas de los hombres que en el puente se enfrentaban por el honor o la deshonra de pertenecer a un partido político que los enfrentaba en forma inmisericorde a muerte por un color o por una insignia de la que jamás supieron su significado, mientras en el senado de la república nuestros elegidos se reunían a tomar whisky barato y a contar las desventuras de los jornaleros muertos a tiros de gras o a cuchillo como se acostumbraba entonces, merced a las pasiones, desatadas desde los estrados del solio de Bolívar.




Por fin llegamos a "Tienda Nueva", lugar de míticos encuentros de guerreros irredentos y sin nombres caídos en una lucha descomunal, cuyas víctimas inocentes rodaban por el suelo preguntándose  ¿Por qué? Y sin que Dios mismo les diera respuesta alguna. La locura de los partidos dejó víctimas por todas partes, pero sobre todo en este lugar donde nadie estaba seguro ni de día ni de noche


 La rectora llegó con su paquete de dulces para los niños y un balón para cada escuela. Nos sonrió y saludó complacida, como diciendo “Aquí comienza el mundo”.


 El paso por “Golondrinas” fue tranquilo, pero al llegar al puente “Morrocoy”, se oyó la voz de la rectora: aquí murieron 5 integrantes de una misma familia, una noche de borrasca. 

En efecto, hace mucho tiempo, el río hizo estragos, dicen que esa noche se veían luces intermitentes en el río y estruendos como truenos y la familia Velasco como pudo en la oscuridad su fue al puente a mirar la borrasca. Nunca supieron en qué momento, la arremetida de las aguas, que traía piedras, árboles y troncos, destrozó el puente y se los llevó por entre  zanjones y peñascos de esa tierra brava. Solo uno quedó vivo, dijo la rectora, porque no quiso ir al puente.


En la escuela “La Batea”, nos recibió muy afable y muy cordial  el profesor Fredy Balvino Gómez Pérez, un hombre de contextura atlética, bien formado y de apacible mirada con sus niños bien arreglados. La escuela luce en medio de jardines. Rectora y director de núcleo, bordean el discurso pedagógico según los cánones de Rousseau y Montesori, para quienes la razón y la ciencia son los únicos capaces de instaurar el orden social, sin apelar al oscurantismo ni a  teólogos metafísicos. El respeto, la capacidad de soñar, el éxito, son asuntos a tener en cuenta a la hora de definir un destino. “Hay que insistir”, decían  casi al unísono. Afuera se oía la algarabía de las cúchicas.

 Abajo ruge el río, ya sin amenazas ni desvíos. Doña Eunice, nos invita a la mesa con mute de mazorca y todo, algo que la generosidad santandereana exalta a primera vista. 

Don Luis Basto, un hombre curtido  por el tiempo de piel tostada por el sol, rememora los días difíciles cuando fueron amenazados por la guerrilla y tuvieron que dormir en cuevas y peñascos. No hay temblor en su voz. Tampoco parece tener rencor. En su mirada asoma esa muestra de valor de los santandereanos cuando resuelven sus vidas al filo de la tragedia. Con mesura, relata su vida mientras mira las cabras en el aprisco indiferentes a nuestra conversación. Queda la impresión de haber conocido un gran hombre, un excelente maestro y un paraje inolvidable donde el cielo se vuelve transparente y el aire se detiene a meditar. El profesor Fredy parece recordarnos que hoy es siempre todavía.


El paso por el puente de Tienda Nueva rememora el otro puente colgante, donde parecía mecerse la muerte y después de la media noche aparecía un ataúd con una pequeña luz adentro. Nadie pasaba por allí después de la media noche.

 Eso dicen. Pero al llegar a “La Garita”, se despiertan historias incontables de controvertidas contiendas que dejaron muertos incontables y escenas de terrible dolor en épocas del general. 

La escuela de Bóriga, es un lugar de ensueño. Bellas construcciones y el agua murmurando no sé qué cosas junto a las paredes. La profesora Deaicy Gómez Rojas, clava su profunda mirada en el paisaje y en un dejo de extraña tristeza y osadía existencial nos indica que allí se vive entre el clamor de los cielos y el vuelo de los colibríes.

 Un balón, un dulce y la palabra en salutación de profundo respeto por una comunidad de las cual han salido estudiantes destacados. Claro en un paraje así Dios debe conversar con sus discípulos y darles mucha inteligencia. Aquí si que se cumple el postulado pedagógico de que el niño debe desarrollar sus potenciales espirituales y físicos a la luz de la libertad. 

La escuela no es un lugar donde el maestro imparte conocimientos, sino donde el niño desarrolla su capacidad a través del trabajo bajo la vigilancia del educador. Eso parece escucharse en los labios de la Rectora María de los Ángeles y del Director. “Si lo sueñas lo realizas”, se oye en el salón  de los encuentros. Entre tanto la cámara de Jesús, de Arcoma T.V. de Málaga, recoge una a una las escenas del paisaje arrobador. Queda la sensación de haber asistido al teatro de la vida en un escenario de esplendor y ensueño.


El paso a la escuela de Huertas se hace por una carretera angosta, donde las lagartijas persiguen insectos y las chicharras cantan hasta reventarse. Ahí están las casas donde el Cabo  campitos, recordaba sus días de arriería y Eleuterio armaba alboroto con los recogedores de tabaco. Ahí está la escuela con sus niños alegres, descomplicados y traviesos, dirigidos por la profesora Nohra Milena Estupiñán Hernández, quien nos confiesa su amor por los niños, a pesar de su reciente nombramiento. Excelente organización e integración de la comunidad. Doña Blanca de Bernal, se sabe la historia de la escuela, junto con  María Ruth Biancha y Cristina Bernal.


 El discurso pedagógico fue un pretexto para recordar que a pesar de que Mussolini desterró a María Montesori, su método hace eco en estos lugares donde la vida parece deslizarse al conjuro del asombro del paisaje y de los ecos que trae el río de lugares lejanos. La educación en los primeros años puede cambiar el destino de una sociedad. Influir en ellos ha de ser la tarea de los adultos.

 “Luchemos por alcanzar un sueño” se oye en el salón y el eco repite: “Alcanzarás los sueños”. Hay leyes que rigen el funcionamiento de cada ser humano y en ese sentido el maestro es… simplemente un guía. Debe ser un medio para alcanzar los sueños, parece escucharse en el salón de los concilios infantiles. La profesora Nohora Milena ríe y demuestra en la calidez de su mirada la grandeza de su alma. Las voces de los niños intentan despertar el paisaje adormecido por la brisa de las dos de la tarde.


Quizá no olviden la historia de “Valerio Valentín”  y su dibujante  alumno David, simplemente David. Después los manilladores de tabaco nos dirían con Pedro Cuevas y Mery que cada sacrificio vale en aras de este extenuante cultivo. Salimos de allí con la sensación de hallar en cada rostro  la impronta de un destino “Así, es la vida/ corre entre las hojas…/ mientras las neblina roe las piedras” dice el poeta.


Nuestro regreso a Tienda Nueva es un cúmulo de asombros. Razón tenía Heráclito cuando dijo: “No se pasa dos veces el, mismo río”. Ahora somos el paisaje, los discípulos, los maestros y nosotros, con una pregunta deambulando  en nuestras mentes: ¿Será cierto cuanto vimos?

 Víctor ríe de buena gana, acostumbrado tal vez a estas cosas que deslumbran y asombran, mientras la Rectora María de los Ángeles, deja ver en su sonrisa un cierto asomo de victoria. En su mirada deambula tímidamente, una pequeña luz traída de los lugares lejanos del sentimiento, donde viven las contradicciones humanas.


Llegamos al pueblo con la luz del atardecer tras los últimos reflejos del nevado. Dos agentes del orden  nos conminan a identificarnos, prevenidos tal vez de los foráneos que vienen a encender zozobras en el pueblo o tal vez acostumbrados a preguntar ¿Usted quién es? 


En abierta alusión a tiempos idos cuando transitar las calles del pueblo era un conflicto difícil de resolver y el estado en su inconmensurable abandono no tenía gendarmes para preguntar. Ahora cuando todo está en calma,  conminan a los habitantes a requisas y  preguntas extrañas. “Aquí todo está bien”, dice el Doctor  Humberto Manrique alcalde del pueblo, pero la policía mira con sospecha a los recién llegados “Yo no lo había visto a usted por aquí” dice uno mientras hago algunos ejercicios. ¿Cuánto hace que usted presta el servicio en este pueblo?- Dos meses- Con razón, le contesto.

 Yo vengo cada mes con mi madre.- Pero yo no lo había visto por aquí- recalca. Bueno, ya se acostumbrará, y prosigo mis ejercicios porque no puedo mostrarle los documentos. Cuando uno sale a hacer ejercicio es un indocumentado más y objeto de las inquisidoras  maniobras de la policía. ¿Y dónde trabaja? ¿Dónde vive? ¿Con quién vive? ¿Qué vino a hacer aquí?- Este es mi pueblo y sin embargo debo dar razón de por qué estoy aquí ¿No es asombroso? Mientras los infractores de la ley andan por ahí sueltos sin que nadie les pregunte. Las preguntas seguìan sonando en mi cabeza, como truenos -¿Cuàndo vino? ¿Con quièn vino? ¿Vio gente extraña en su viaje? ¿A què grupo pertenece? ¿Quièn lo envìa?...ss..


. no sè por què me acordè del "Campesinao Embejuca'o", esa precisa composiciòn de Oacar Humberto Gòmez. Creo que fue el tono del amanecer o esa sutileza que deja en la piel del alma, la raigambre campesina. Y me sentì, màs hombre del campo que nunca, sitiado por la sed, la injusticia y el abandono. Por un instante pensè en la sencillez de nuestra gente; en su generosidad, en la alegrìa de sus rostros cuando extienden la mano para saludar con toda franqueza, en los tamales de diciembre, en los fiambres de febrero cuando los obreros aran el campo sin cesar, en la merienda, en el puntal,  en las colmenas de Eleuterio Palacio, en los cultivadores de tabaco, en la besana en los paneleros, en la arepa liuda o la de boronas, o la corrida, o en las sopa de pan milagrosamente aderezada con cerne huevos de codorniz o de las ponedoras que es lo mismo, en el mute de mazorca, en las ruyas con chorotas, en el mazato con queso de Doña Pola,  en los lecheros del Jaguì, en los parranderos de Buraga, en las fiestas de Buenavista y en los lecheros del Palmar. ¿Fue eso lo que pasò por mi cabeza en aquel instante, o fue mi orgullo macaravitense intentando descifrar el alamanecer? No sè. Pero esa tonada del maestro  Oscar Humerto, me fue aclarando las dudas.


"Me tienen arrecho con tanta juepuerca preguntadera,
que què color tiene mi bandera, que si soy godo  o soy liberal.
Me tienen arrecho con tanta juepuerca preguntadera,
que si soy eleno, que pelo siquiera, apooyo a las AUC o soy de las FARC.
Me tienen arrecho con tanta juepuerca preguntadera,
que si yo a la tropa le abro la cerca, y les doy agua de mi manantial.
Que si soy comunista, de ANAPO, de izquierda,  o de la derecha,
que si imperialista, què joda arrecha querer uno vivir en paz...


Yo soy campesino, trabajador, pobre muy honra'o
vivìa muy alegre pero me tienen embejuca'o.

Yo soy hombre de campo o mejor dicho soy campesino
asì es que les, ruego, suplico y pido, ya no màs preguntas,
no me jodan màs..."

LA TONADA SE FUE PERDIENDO EN MI MEMORIA, O SE EVAPORÓ CON LAS BRUMAS DEL AMANECER.

El espléndido amanecer del martes 12 de agosto, es un ritual de la luz. La luna hace circunferencias multicolores al traspasar la atmósfera. Las aves cantan y una suave brisa venida del Alto de los Rayos, pasa por encima de la cúpula del templo a bendecir nuestros pasos. Y así con camarógrafo, libros y todo, nos dirigimos a ”La Bricha”, donde la historia palpita todavía con el fragor de hechos de épica consagración a las leyes del olvido, como nos lo enseñó un paisano al entrevistarlo para la televisión: “Yo no se nada”, dijo, y  entró a la tienda donde tantas cosas se recuerdan en la oscura  complicidad de los rincones del martirio. “Guardé tu voz enfurecida, un pétalo/ de tutelar arena/ entre los muebles y los viejos trajes” Dice el poeta apostrofando los enjambres de la razón.


El profesor Luis Francisco Carreño Orozco, nos recibe con su aire juvenil y su figura de actor, recordando tal vez al abuelo José cuando descendía por las peñas del Río Chiscano indicándonos los pedregosos caminos para ir a conocer al ermitaño de 115 años que nunca consumió productos refinados, ni sal ni nada por el estilo. 

Él mismo nos dijo  que contrajo matrimonio a los 96 años y que su hija (presente en la entrevista) lo había ayudado a construir el sistema de regadío  cavando acequias en las rocas. Su figura legendaria se perdió entre periódicos sensacionalistas y la cueva inmensa donde vivió como un eterno patriarca al amparo de los cielos y las borrascosas aguas del río. 

Después vendría la profesora Alba de Jesús Cuadros Méndez, generosa y sonriente, en cuyo rostro se adivina la fugaz melodía de los años, haciéndola perfecta y segura de sus actuaciones educativas. En su ámbito caben todas la sabiduría del mundo en un temple, que el profesor Francisco parece intuir con especial afecto. En un espacio donde la vida se mueve vertiginosamente, los estudiantes escucharon extasiados los planteamientos directivos de María de los Ángeles y Víctor, decían que Rousseau tenía razón al afirmar que la naturaleza es lo primitivo y lo valioso de la especie humana y que el individuo se educa solo, hay que instaurar en el niño el propósito de la libertad mediante la actividad y desde su experiencia aprender a vivir en sociedad. Imaginé a los expositores tomando la filosofía del “Emilio” para aplicarla en estas alturas. Después todo fue intercambio de ideas, admirar el orden pasear los grandes espacios por donde se mueve la pedagogía y el silencio sacrosanto de la naturaleza,  matizada de voces, de ayes y susurros eternos.


La lluvia nos llevó después a la escuela de “El Palmar” donde nos recibió la profesora Leonor Vásquez Reyes. Dijo que tenían kiosko digital, restaurante, cancha de baloncesto y aulas espectaculares. La señora rec tora relata cómo los niños llegaban a caballo ansiosos de conocimiento y de esa herencia tan preciada de la humanidad que hoy llamamos cultura. La profesora Leonor demuestra con eficiencia cómo los primeros actos del niño los preparan para la lectoescritura. Un aprendizaje señalado como certero por los directivos María de los Ángeles y Víctor.



Tarde ya nuestros pasos se dirigen a la escuela de “Ilarguta”, un lugar apacible, rodeado de flores, cultivos de maíz, y muchos murales de orientación educativa. “Aquí nos esmeramos por esas cosas” dice sonriente la profesora, Luz Marina Ronderos Florez, quien otea el horizonte desde el segundo piso y escucha silenciosa el discurso de los directivos quienes enfatizan en la educación en la primera infancia para llegar a ser buenos gobernantes, acorde con los postulados de Platón. No sé por qué pensé en la frase de Saramago para ese espacio virginal “Sabio es el que se contenta con el espectáculo del mundo”.  Queda una sensación de alivio y bienestar, como si el paisaje curara las penas.


El miércoles 13, la 4x4 nos condujo con rapidez de nuevo a “La Bricha” donde los educadores de primaria se reunían en un centro pedagógico cuyo eje central sería la lectoescritura. Los directivos señalan las rutas de Cicerón en la tendencia espectacular de  hacer de la retórica el eje de la educación para preparar buenos gobernantes, quien en esos arranques de erudición decía que la verdad se corrompe con la mentira como con el silencio y que cuando mejor es uno, tanto más difícil llega a sospechar de la maldad de los otros, pero también decía que una cosa es saber y otra saber enseñar. Sobre esas teorías basaron las intervenciones nuestros directivos  y en ellas se reafirmaron al indicar la necesidad de inculcar en los discípulos el respeto, la veracidad y el cultivo de las virtudes. Las horas fueron tejiendo su blasón de inmensidad en medio del afecto que prodiga la aproximación a la belleza espiritual. Alguna profesora diría que es eso de que “sin ser tu marido, ni tu novio, ni tu amante, soy el que más te ha querido, con eso tengo bastante”, casi la hace llorar, como si la poesía se pareciera a la vida. El maestro Luis Enrique, artista, escultor, pintor y educador del “Custodio Rovira” habló con contundencia sobre el arte y la necesidad de formar valores en los niños. Su poderosa cámara de 20 Megapixeles, enfocaría una de las entrevistas más dramáticas de este recorrido al escuchar el relato de Pablo Burgos, único sobreviviente de la masacre causada por fuerzas del estado aquel jueves 27 de junio de 1990 a las dos de la tarde en el Jaguí.


La noche se pobló de música, merced a la magia del requinto maravillosamente ejecutado por   Laura Valentina Quintero Silva y Adriana Lucía Quintero Vásquez, dirigidas por el maestro Luis Blanco. El padre Diego Fernando López Barrera, había invitado a una tertulia en la casa cural y a ella acudieron personalidades como el  Padre  Saúl Anaya, Víctor Toscano, María de los Ángeles Vásquez, wvaldino Villamil,   el maestro Andrés López, La profesora Carlina Quintero, Rosa Atilia Rivero Castellanos,  y el registrador  entre otras. la velada transcurrió entre risas, anécdotas, datos históricos sobre la fundación del pueblo y los cien años de san claudio obispo. al terminar todo parecía un sueño del que no queríamos despertar. en el ambiente parecía flotar aquello de que la belleza puede ofrecerse a cualquiera, pero nadie es su dueño.


el jueves 14 de agosto Víctor, nos indica el rumbo: debemos ir a la escuela de “Llano Grande” por la carretera que de Macaravita conduce a San Miguel y así lo hacemos. al llegar al ramal un pequeño titubeo que la laguna se encargó de despejar.  dicen que del fondo de la laguna emerge en noches de luna llena una hermosa mujer vestida de blanco con joyas  brillantes y una hermosa corona de diamantes. tantas cosas dicen que uno se queda pensando si será verdad. el maestro Luis Enrique  exclama “Esto es mucha belleza de paisaje” y enfoca la cámara en todas direcciones. la escuela de “Llano Grande” es un palacio incrustado entre los árboles. allí el discurso pedagógico evoca a séneca quien decía que se debe enseñar más con el ejemplo que con las palabras y que el educador es un guía para lo cual debe prepararse a  conciencia. el maestro luis enrique fascinado con el representante de los Wua no pudo contenerse y se tomó varias fotos en su compañía. la profesora Marleny Sepúlveda Salinas nos franquea el paso y nos halaga con sus atenciones. siente orgullo de su comunidad, del paisaje, de los vínculos con las gentes y del gran respeto de los habitantes por la escuela. al salir un coro de aves nos saludan y una manada de ardillas jugando entre las ramas se divierten. ahí si que entendimos que la distancia es el alma de la belleza.  abandonar ese lugar de privilegio tiene un tinte de nostalgia. pero por fuerza se tiene que partir.


en la escuela  Buena Vista, nos reciben las profesoras Yudy Amparo Merchán Mogollón y Roselina Flórez  Higuera. El ambiente trasluce la influencia de las docentes. pulcritud, aseo, cortesía, flores y más flores, murales pedagógicos y unos estudiantes educados, atentos y cordiales. Una comunidad en perfecta armonía. La señora Rectora fijó  sus palabras con el director de Núcleo en la esencia de la educación y en ese sentido el estudio lleva al descubrimiento de la verdad, como  una forma de ser libres. los niños cantan y ríen pues al fin y al cabo el oficio del ser humano sobre la tierra no es otro que la felicidad.


el asenso a la escuela de “La Palma” fue penoso, por la lluvia y por el destapado que impedía al vehículo avanzar, así que tuvimos que caminar y embarrarnos. nos recibe la profesora Mercedes Torres Gutiérrez, en un ambiente bucólico deslumbrante del que no quisiéramos separarnos. los directivos ahora, profundizan en las sentencias de Juán Amós Comenio quien afirmaba que la escuela debe ser un grato preludio de nuestras vidas y que el maestro debe enseñar no todo lo que sabe sino lo que el alumno puede asimilar, pues enseñar bien es permitir que el alumno aprenda de manera rápida, agradable y completa. las sentencias parecen fáciles mientras los niños quedan fascinados por los modales y las maneras de hablar de los visitantes. la profesora Mercedes agradece y nos muestra las instalaciones donde una madre amamanta a su bebé pues allí tienen párbulos. el regreso bajo la lluvia nos sorprendió con un vehículo sin reversa pero que gracias a la experiencia al volante del profesor Víctor y  de las perfectas orientaciones del maestro Luis Enrique, todo salió bien.



VIERNES 15 DE AGOSTO. La Institución educativa Juan XXIII, sede central con sus profesores directivos y administrativos, recibe a la delegación con demostraciones de arte sorprendentes: bailarines, cantantes, traductores, todo se mezcla en una demostración de conocimiento, buen comportamiento, y excelentes modales. Los directivos enfatizan en la necesidad de cultivar las virtudes y aprender como lo enseñaba Santo Tomás de Aquino:


 “Oh, Dios fuente de la sabiduría,
principio supremo de todas las cosas.
Derrama tu luz en mi inteligencia
Y aleja de ella las tinieblas
del pecado y la ignorancia.
Concédeme penetración para entender
memoria para retener, método para aprender,
lucidez para interpretar y expresarme.
Ayuda el comienzo de mi trabajo,
dirige su progreso, corona su fin
Por Cristo nuestro Señor
Amén”.



A la hora de intervenir el maestro Luis Enrique,  los muchachos parecían impregnados por una suerte de magia seductora. Afirmaba con frecuencia: recuerden la sentencia de Einstein: si lo dibujas lo aprendes.


El encuentro con los docentes gira sobre el quehacer pedagógico como esencia del arte de enseñar. “No seas de los que tienen una carrera, sé de quienes tienen una vida”, dice con razón Edgar Morin. Los directivos reafirman su voluntad ante la vida y la necesidad de mantener el liderazgo bajo el espíritu de la fraternidad y el estudio, pues como se sabe andamos por la vida encontrándonos a nosotros mismos y es necesario actuar y obrar como una forma de emular a Dios.  La jornada culmina entre abrazos y buenas razones para ir más lejos.


A la escuela del “Juncal” llegamos tarde, pero los niños nos esperan con alegría y sin temor desarrollan roles teatrales. Allí nos recibe la profesora Ramos Alvidina Lizarazo Cuadros, quien advierte la rapidez de pensamiento de sus estudiantes y la alegría que manifiestan. Los directivos ahora enfatizan en la sentencia de San Agustín en el sentido de que la sabiduría no es otra cosa que la medida del espíritu. Valorar a los demás, hacer de la vida una obra de arte,  cultivar las virtudes, son prédicas que desbordan los labios y el corazón. El maestro Luis Enrique, dibuja con destreza el rostro de Bolívar y de allí pasa a la evocación del arte como la expresión del alma que quiere ser escuchada. Salimos de allí impregnados de la ternura de los niños, mientras alguien cogía vainillas de dividivi para limpiar la garganta.


Los rostros perpetúan el asombro en medio del recuerdo. Felicitaciones a los docentes y  estudiantes de Macaravita. El alma queda en vilo ante tanta maravilla.

ALONSO QUINTÍN GUTIÉRREZ RIVERO.
Agosto de 2014







LA EPOPEYA DE LA LUZ

Por: Alonso Quintín Gutiérrez Rivero

Si vuelves los pasos
donde un manto de plegarias se levanta,
y tremolantes banderas desafían los vientos,
no olvides la epopeya de los cóndores,
en las bravías cumbres de mi tierra.


Si una voz  se alza en las crines de los astros
y el retumbar de truenos en los cielos te despierta,
si ves en las noches el temblor de las estrellas
y te asedian sables de esplendor en los confines,
sentirás un fragor de tempestades
sacudiendo los pedestales de mi tierra.


Si sabes  de egregios paladines,
y en el “Alto de los rayos” tremolar el viento,
si  oyes un coro destronando los confines,
y un grito de arrieros invencibles,
atraviesa las montañas del Jaguí,
no dudes, son las voces de mi tierra.


Si asistes a un desfile de legiones inmortales,
si en colosales cruzadas el cielo se levanta,
a ver los labradores domeñando la montaña,
si cada canto es la fiesta de mi patria,
no te enfades por Dios, la vida es grata,
en el dulce regazo de mi tierra.


Si un horizonte de heráldicas guerreras
atraviesa el firmamento en incendios de luceros,
si de las manos del labriego salta la mansera y el arado
si tanta  historia de apocalípticos jinetes,
regresa a las victorias que estremecieron estas peñas,
si  tanto fragor   arrancó las cepas de los árboles,
es el fervor que  provoca la historia de mi tierra




Si una epopeya estremece la raza chitarera
y entre  peñascos se agiganta el tiempo
de combativas soledades y azules madreselvas,
si este aluvión de victoriosas tempestades,
temblando nos recuerda las antorchas de un imperio
descomunal  venciendo ocasos eternales,
esa debe ser la historia de mi tierra.


Si ves  alinderado el porvenir en los trapiches
y un grito de júbilo te arranca el sentimiento,
si encuentras los caminos repletos de esperanza
y entre zanjones y peñascos los recogedores de tabaco,
cantan himnos de grandeza al sufrimiento,
es, el aroma que borda la belleza de mi tierra.


Si una mano de gigante te señala en la escondida senda,
no pierdas la calma ni se derrumbe el sueño,
pues más allá de las cuchillas donde habita el miedo,
 impera la suerte  y se despierta el fuego,
que arderá en tus sienes, en la brava contienda
del valor y el tedio…
cultiva con tesón las virtudes de  mi tierra.


Si puedes afinar tu aliento mientras suenan clarines y trompetas,
y en épicas faenas se alegra el pensamiento,
si sabes apacentar manadas de luceros,
cuando el viento sopla en celestiales oraciones,
si al despertar te deslumbran las luces del nevado
y entras al templo a hacer las paces con Dios y con lo eterno,
esa es la devoción de los heraldos de mi tierra.



Si atesorar quisieras, las riquezas de sabios y poetas,
que plantaron jardines en las almas de heroicos patricios,
tendrías que hacer mil jornadas de Chinvaque hasta San Pedro,
donde hay vestigios de profetas inmortales,
capaces de ofrendar sus vidas
para sembrar de perlas y rubíes
la sutileza de mi tierra.



Si el cielo se viste de carmines al despertar la aurora,
y un estruendo de eclipses parpadea en herméticos desfiles,
desde el alto de la cruz al manso río,
si no , puedo detener las manos del destino,
en la agobiante constelación de los ocasos,
entonces mi agitación detener jamás podrá,
la mansedumbre de la luz sobre mi tierra.