A: Valeriano Gutierrez Monsalve
In Memoriam
El sol de la mañana
trae la sonrisa de mi padre
con su constancia en abordar
tiples y cantos rumbo al futuro.
El sol abre los ojos de mi padre
sobre los campos saturados de verde
y los bórgaros de alas blancas
el sol lleva los ojos de mi padre
hasta los naranjos repletos de avispas y abejorros
las chirimoyas repartiendo almíbar
y una rama de latera para curar heridas.
Esta mañana el sol
contiene la fortaleza de mi padre
tejida de historia y de leyendas.
Mi padre
disfrutaba la fragancia de la tierra recién abonada
cuando los brotes salían al encuentro de su plegaria.
Contemplaba las plantas grandes y las pequeñas
narraba asuntos de encantamientos
y cómo volaban los canarios siempre a oriente.
Descifraba el deporte de las cabras
y un cuento de yuca y ñame que atravesaba el río.
Mi padre
marcaba los días con disciplima de bosque y golondrinas.
A veces
sus palabras
tenían el tinte de la infancia
y las oraciones de los ancestros.
En sus relatos dibujaba ilusiones
y plantaba malabares de niños.
De adolescente soñó
compartiendo con Dios y con la luna
y con un amor capaz
de sobrevivirlo ante la muerte.
En el horizonte de sus días
conoció las polvaredas
y la valentía de los guerreros
vencida por la violencia ciega.
Supo del dolor de la partida
y aprendió de los vagabundos
y de los errantes a respirar de nuevo.
Mi padre
conocía las borrascas azotando los cultivos
advertía cuando llamaban los huertos y las aves.
De pronto
vi en sus ojos
la bondad de la experiencia
la plenitud completa de la vida
y en su pecho un signo de paz irreversible.
Ese día como hoy
el sol trae el rostro de mi padre
con un sonrisa puesta al viento.
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