sábado, 4 de enero de 2014

A LA MEMORIA DE EFRAÍN GÓMEZ






UNA HOJA AL VIENTO.

Alguien camina a mi lado sin hacer ruido…un jirón de niebla roza la mejilla.
Franz Kafka.

A la memoria de Efraín Gómez.


Sin hacer ruido, como queriendo adivinar los acentos de la brisa entre los sauces o meciendo los trigales, el alma intenta hallar respuestas en las tranquilas aguas que se deslizan silenciosas, arriba del Jaguí, o en Pajarito, o en La Palma. Creo que hasta el paisaje se detiene a meditar en esas cosas imposibles de explicar. El pueblo asediado por los vientos del nevado, resiste estoicamente el paso de los años. Muchas veces lo vio pasar con su sombrero grande, de medio lado, con su bigote y su sonrisa franca un tanto misteriosa entre inocente y alegre. Decía que su pueblo era lo más bello, y que nada cambiaría por aquellos tiempos de matachines y madamas, cuando se apostaba al beso robado o al si y al no. Le encantaban las gentes alegres y en los bailes del tres y de la trenza era diestro en trazarles su moneda de regocijo. Los veía bailar y en sus ojos resplandecía su perenne juventud como si quisiera vivir eternamente. Era su oficio hacer amigos, y servir a los demás, como en los tiempos difíciles cuando entraban y salían grupos armados por los cuatro costados del pueblo a entregarles etiquetas de horror a los asustados habitantes, quienes evocaban viejas historias de bandidos con etiquetas de los partidos liberal y conservador.



Efraín Gómez, era un hombre recio, hecho a punta de trabajo y de mucho trajinar por los caminos donde hallaba a los arrieros, contando historias perdidas en los pergaminos del silencio. Dón Rosario y Doña Tomasa, le enseñaron el oficio de la honestidad y el respeto que se debe guardar a los asuntos sagrados, tal vez por eso fue un devoto siempre presto a implorarle a Dios del cielo, por la vida de este pueblo, al que le consagró su vida, su fe, su devoción y sus mejores días. Emprendía temprano el día, después de un buen café y le enseñaba a sus hijos, que el trabajo es la mejor virtud y que la gloria de un pueblo es de las gentes humildes que se levantan pronto a emprender el surco, a ayuntar los bueyes y a cantarle salmos de amor a la verdad.


Él tan atento y distinguido, solía hacerle honor a la sentencia “Tras el vivir  y el soñar está lo que más importa: Despertar”. Su lema fue la honradez y la disciplina, de donde procede la templanza del espíritu para soportar las vicisitudes de este mundo.


Efraín Gómez, sabía que la verdad también se inventa pues al fin y al cabo la vida de un hombre es el inveterado invento de los dioses, tras el laberinto de la verdad. Intuía aquello de la inutilidad de la belleza, pues el hombre es “cosa vana variable y ondeante”, como decía Montagne. En sus negocios, con Ovidio Leguizamón, o con su tío Noé, o con Oscar, o con el profe Andrés López o  con los vendedores de frutas de Capitanejo, o con los ganaderos o con los tabacaleros, siempre tuvo  muestras de grandeza por su honor, su fidelidad a la palabra empeñada y a la categoría contundente de sus compromisos. Atento a cuanto le fue posible para que su pueblo tuviera el nombre que merece entre sus paisanos, siempre mantuvo una actitud de elevado respeto y gratitud por quienes afirman la integridad de sus gentes. Creo que soñaba más de la cuenta, porque veía en cada rostro la distancia del alma y la belleza. Solía intuir quien decía la verdad y quien mentía como si tuviera el don de la ubicuidad. Poco escapaba a su inteligente manera de mirarse en el espejo de la vida.


Ahora cuando todo se parece al olvido, y alguien inventa esta partida sin regreso posible, afloran uno a uno sus ademanes, sus facciones precisan para identificar los detalles y trazarle senderos a sus hijos, para amar a los suyos y hacerse imprescindible en las lides de este pueblo. Él,  que compartía por igual con adinerados comerciantes y con humildes jornaleros, entendía de qué está hecha la naturaleza humana y en qué lugar se esconden los odios, los rencores que nos hacen proclives a la bajeza mundana.


Ahora, cuando todo empieza a desvanecerse en el horizonte,  y una hilera  de por qués nos asedia en silencio, evocamos su nombre inscrito en la nobleza del pueblo, y en el oratorio del templo. No olvidaremos sus palabras, sus razones de efecto y su indefinible apego a la historia del pueblo que lo recordará en la sabia altivez de la memoria y endulzará los pasos de quienes quedamos por estos caminos pedregosos, buscando alivio a nuestras penas.


Una aureola de tristeza ronda el alto de los rayos, y de allí a la peña del tambor donde sus ojos, paseaban alegres sus remotos sueños, sus encumbrados propósitos y sus quejas para destronar de tristeza a los días cuando la agobiante fatiga, impedía el paso de las horas.


Prefiero recordarlo audaz, solícito y valiente ante las adversidades de las que nunca se quejó; prefiero saberlo libre, transeúnte sideral, sin yugos ni ataduras, arriba en los predios de Dios.

Que su lección de integridad y de valor guíe por siempre a los habitantes de su pueblo.

Hasta siempre caro amigo.


Alonso Quintín Gutiérrez Rivero









2 comentarios:

  1. La historia de mi pueblo la escriben sus gentes en el trazo de sus miradas, en sus manos que se inclinan devotas al arado y la coyunta, Efráin Gómez, como Ovidio Leguizamón, Clodovaldo Figueroa, Efraín Hernández Arquimedes García, , .. nutren con sus vidas la leyenda del pueblo, Gregorio Puentes... construyen lelyendas de valor.

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  2. “Amar la tierra donde se nace…, hacer que en esta trasciendan los valores…, soñar más de la cuenta…, respetar los designios de DIOS…, demostrar actitudes de respeto y gratitud…,” día tras día mi tío Efraín al igual que sus herman@s, de los que hace parte mi madre, nos han dado su todo y lo siguen haciendo junto con sus espos@s para formarnos a nosotros sus hijos. Siempre con la firme convicción de que trascenderemos con la fuerza y la inteligencia que fue forjada por ellos en nuestro corazón y en nuestro ser.

    Jamás desfalleceremos y siempre seguiremos ese camino de majestuosidad que nos mostraron y por el que bendecidamente estamos caminando, siempre nos refugiaremos en ese lindo ejemplo que nos tiene impregnados muy adentro, herencia y pertenencia recibida de nuestros padres y nuestros abuelos.

    Sr. Quintin, gracias por esas dedicadas letras y recordarnos la huella que ha dejado mi Familia y en especial mi tío Efraín en la tierra que los vio nacer. Mi tío ejemplo íntegro Santandereano que tanta falta hace seguir en nuestra sociedad y en nuestro país.

    FELIPE ORJUELA GÓMEZ, hijo de ROSA GOMEZ y LUIS ORJUELA.

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