ADIVINADOR
DE CAMINOS.
Florentino
Pinto intuía el maleficio
y
los ladrones de novillos,
bajo
la luna escarlata.
Podía
ver a la distancia sin perturbarse
sin
ni siquiera excusar a los bribones.
Al
filo de la media noche,
solía
presentir el signo
de
algún dolor lejano;
veía
en medio de dos mundos.
Él
era el signo de un sortilegio oculto
algún
vestigio
entre
Dios y los humanos.
Florentino
Pinto podía ver
en
los signos de las manos
el
destino o la zanja de un delirio;
podía
ver con los ojos cerrados,
en
las calles empedradas,
el
lance de un cuchillo
o
el desliz de una doncella.
-Hablaba
con las ánimas,
ese era su secreto,
decían
las mujeres
entre
fascinadas y asustadas.
-Sabía
los secretos del más allá,
decían
otras.
No
se inmutaba al comulgar,
conservaba
la calma y el sosiego.
Así
rescató, bueyes, bestias y dinero
en
poder de bandoleros y asaltantes.
Florentino
Pinto veía el paso de las horas,
podía
ver con los ojos cerrados.
Hoy
su leyenda se dibuja con temor
en
los quicios de las puertas.
Razones
ocultas,
o
el misterio de las gentes humildes
y
las cosas simples.
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