jueves, 16 de enero de 2014

EL HOMBRE DE LOS ESPEJOS







EL HOMBRE DE LOS ESPEJOS

Del viejo lector de pergaminos
viene esa manía de escribir leyendas
donde los duendes se burlan de los vivos.
Segundo Castellanos era serio, austero,
antes de encender la luz del pueblo
revisaba en su baúl de apariciones:
la bella mujer de traje blanco
que rondaba tres veces
la pila de la plaza;

el ángel sangrante de la pila bautismal;
la mano sin brazo,
que se alzaba desde el patio al balcón
de los Veloza;

el desfile de las ánimas benditas
del templo a la loma de las bestias;
el canto sin memoria
de un monje sin cabeza,

“El Patas” deambulando
en noches siniestras
y las  brujas enhebrando
pepitas de agrás

en el atrio de la iglesia
cuando el padre Coronado,
las condenaba a ese suplicio.

Segundo Castellanos sabía esas historias
tatuadas en los rostros de fantasmas tristes


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