LA
SOMBRA DEL GUERRERO
En
“Los Hortigos” se alza
la leyenda de Felix Sandoval;
dicen
que podía aparecer
en
dos sitios a la vez.
Junto
a la imponente casa
cercada
por vientos eternales,
al
arrullo de chirimoyas y guánabanos,
una
piedra musgosa y gris,
esconde
el gran misterio;
allí
aparecía y desaparecía
ese
guerrero de atrevida faz,
encantador
de mujeres,
terror
de los ejércitos.
La
noche era propicia,
la
brisa reía en los cañadulzales
y
la luna llena,
cuchicheaba
entre las hojas.
Juán
Crisóstomo Puentes
y
Raymundo Vásquez
llegaron
a la piedra
entrada
de la guarida
del
héroe de la guerra
de
los mil días, Felix Sandoval.
Los
intrusos, develar quisieron el misterio,
pero
cada vez que lo intentaban,
se
oían golpes de martillo al otro lado,
como
si trajeran quejidos de otro mundo.
A
cada intento más golpes y quejidos,
arenas
de lamentos, rescoldo de emociones.
Por
ahí desaparecía Felix Sandoval,
como
si tuviera pactos con el más allá.
Asustados
de tantos lamentos encontrados,
huyeron
a la casa del “Juncal”.
A
Raymundo le fue asignada una alcoba,
con
aldabas y cerrajes
pero
al apagar la luz de los pabilos,
la
puerta se abría con vientos y quejidos;
de
nada valían el credo
y
el “Padre nuestros que estás en los cielos”,
la
puerta volvía a abrirse a empellones
y
quejidos de ultratumba.
Fue
necesario decir: “No volveremos”
para
que todo se calmara.
Los
presagios de la noche
y
los misterios del guerrero aquel,
se
evaporaron en los sauces;
los
cantos de los búhos,
se
perdieron
en
las tétricas aguas del silencio
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