domingo, 12 de enero de 2014




LA MUJER DE  LA QUEBRADA
por: Alonso Quintín 
Andrés Villabona ataba cabos en la noche,
veía jinetes atravesando sombras,
cabalgando en silencio sus miedos,
soñaba fantasmas y los veía encender la niebla.
Un domingo. Calzó sus alpargatas de refinado fique,
ciñó la cintura con la solemnidad de  una cabuya,
y se terció la ruana. Iba a misa.

Por la quebrada “La Puerta” pasó.
Una bella mujer lavaba ropa
-      Es pecado en domingo lavar.
La mujer no acertó a mirarlo
-      Pecado es lavar en domingo,
lo repitió su acento;

la mujer de ensortijado pelo, alzó a mirarlo,
en sus ojos brotó fuego,
se agitaron sus cabellos de serpientes
y en temible pavura,
temblaron los cimientos.
Un grito estridente agitó  los sauces.
Andrés Valderrama, voló o creyó volar
por caminos empedrados de silencio,
hasta la estatua del Sagrado Corazón,
cerca del pueblo.

De pronto vio sus manos
iluminadas por un rayo de luz.
Estaba en misa,
recordando a la mujer de la quebrada.
El oficiante alzaba la hostia sacrosanta.





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