LA
MUJER DE LA QUEBRADA
por: Alonso Quintín
Andrés
Villabona ataba cabos en la noche,
veía
jinetes atravesando sombras,
cabalgando
en silencio sus miedos,
soñaba
fantasmas y los veía encender la niebla.
Un
domingo. Calzó sus alpargatas de refinado fique,
ciñó
la cintura con la solemnidad de una cabuya,
y
se terció la ruana. Iba a misa.
Por
la quebrada “La Puerta” pasó.
Una
bella mujer lavaba ropa
- Es
pecado en domingo lavar.
La
mujer no acertó a mirarlo
- Pecado
es lavar en domingo,
lo
repitió su acento;
la
mujer de ensortijado pelo, alzó a mirarlo,
en
sus ojos brotó fuego,
se
agitaron sus cabellos de serpientes
y
en temible pavura,
temblaron
los cimientos.
Un
grito estridente agitó los sauces.
Andrés
Valderrama, voló o creyó volar
por
caminos empedrados de silencio,
hasta
la estatua del Sagrado Corazón,
cerca
del pueblo.
De
pronto vio sus manos
iluminadas
por un rayo de luz.
Estaba
en misa,
recordando
a la mujer de la quebrada.
El
oficiante alzaba la hostia sacrosanta.
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